martes, 21 de diciembre de 2010
DE Pablo Neruda
Promulgación de la ley del embudo
Ellos se declararon patriotas.
En los clubes se condecoraron
y fueron escribiendo la historia.
los parlamentos se llenaron
de pompa, se repartieron
después la tierra, la ley,
las mejores calles, el aire,
la Universidad, los zapatos.
Su extraordinaria iniciativa
Fue el Estado erigido en esa
forma, la rígida impostura.
Lo debatieron, como siempre,
con solemnidad y banquetes,
primero en círculos agrícolas
con militares y abogados.
Y al fin llevaron al Congreso
la ley suprema, la famosa,
la respetada, la intocable
La ley del embudo.
Fue aprobada.
Para el rico la buena mesa.
La basura para los pobres.
El dinero para los ricos
Para los pobres el trabajo.
Para los ricos las casa grande.
El tugurio para los pobres.
La cárcel al que roba un pan.
París, parís para los señoritos.
El pobre a la mina al desierto.
El señor Rodriguez de la Crota
habló en el senado con voz
meliflua y elegante.
“Esta ley, al fin,
establece
la jerarquía obligatoria
y sobre todo los principios
de la cristiandad.
Era
tan necesario como el agua.
Sólo los comunistas, venidos
del infierno, como se sabe,
pueden discutir este código
del Embudo, sabio y severo.
Pero esta oposición asiática,
venida del sub-hombre, es sencillo
refrenar la: a la cárcel todos,
al campo de concentración,
así quedaremos sólo
los caballeros distinguidos
y los ambles y anaconas
del Partido Radical.”
Estallaron los aplausos
de los bancos aristocráticos:
qué elocuencia, qué espiritual,
qué filosofo, qué lumbrera!
Y corrió cada uno a llenarse
los bolsillos en su negocio,
uno acaparando la leche
otro estafando en el alambre,
otro robando azúcar
y todos llamándose a voces
patriotas, con monopolio
del patriotismo, consultado
también en la ley del embudo.
Ellos se declararon patriotas.
En los clubes se condecoraron
y fueron escribiendo la historia.
los parlamentos se llenaron
de pompa, se repartieron
después la tierra, la ley,
las mejores calles, el aire,
la Universidad, los zapatos.
Su extraordinaria iniciativa
Fue el Estado erigido en esa
forma, la rígida impostura.
Lo debatieron, como siempre,
con solemnidad y banquetes,
primero en círculos agrícolas
con militares y abogados.
Y al fin llevaron al Congreso
la ley suprema, la famosa,
la respetada, la intocable
La ley del embudo.
Fue aprobada.
Para el rico la buena mesa.
La basura para los pobres.
El dinero para los ricos
Para los pobres el trabajo.
Para los ricos las casa grande.
El tugurio para los pobres.
La cárcel al que roba un pan.
París, parís para los señoritos.
El pobre a la mina al desierto.
El señor Rodriguez de la Crota
habló en el senado con voz
meliflua y elegante.
“Esta ley, al fin,
establece
la jerarquía obligatoria
y sobre todo los principios
de la cristiandad.
Era
tan necesario como el agua.
Sólo los comunistas, venidos
del infierno, como se sabe,
pueden discutir este código
del Embudo, sabio y severo.
Pero esta oposición asiática,
venida del sub-hombre, es sencillo
refrenar la: a la cárcel todos,
al campo de concentración,
así quedaremos sólo
los caballeros distinguidos
y los ambles y anaconas
del Partido Radical.”
Estallaron los aplausos
de los bancos aristocráticos:
qué elocuencia, qué espiritual,
qué filosofo, qué lumbrera!
Y corrió cada uno a llenarse
los bolsillos en su negocio,
uno acaparando la leche
otro estafando en el alambre,
otro robando azúcar
y todos llamándose a voces
patriotas, con monopolio
del patriotismo, consultado
también en la ley del embudo.
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