Se duda si uno ha cometido un delito y para saberlo se le somete a tortura. Si está inocente, sufrirá por un delito incierto una pena cierta, no porque se sepa que ha cometido el delito, sino porque no se sabe si lo ha cometido, y de esta suerte la ignorancia del juez es causa de la calamidad del inocente. Pero lo más intolerable y digno de llorarse con fuertes lágrimas es que atormentando el juez al acusado para no quitarle la vida si era inocente, por la miseria de esta misma ignorancia mata atormentado e inocente a aquel mismo que atormentó por no quitarle la vida, si acaso estaba inocente; porque si el que fue acusado injustamente, por no sufrir la tortura escogiéndose la muerte dirá que cometió el delito que no ha cometido, y después de condenado y muerto, aún no sabe el juez si condenó a un inocente o a un culpable.
San Agustin
